miércoles, 15 de septiembre de 2010

La rebelión de la mano



Hoy mi mano tomó real conciencia de mi pié. Llegó hasta él y tomando uno de sus dedos pudo ver que aquellos primos pertenecientes a otra raza, un poco mas cortos, algo más perezosos, habían estado ahí por mucho tiempo soportando sobre sus espaldas todo el peso del cuerpo. Por años cargando con el pesado trabajo de llevarnos de un lado a otro con resignación. Sin siquiera reclamar para sí algo de lo que la orgullosa cabeza creía, “era la razón de la existencia”. Por favor… ella, allá arriba siempre dando órdenes.

Fue así que un día uno de mis dedos el más pequeño, mientras entretenía en rascar y sacar todo tipo de secreciones humillantes, fue entretejiendo para sí un plan.
Habló a oscuras con los otros tres, ya que según cuentan, uno de ellos fue perdido en forma prematura hacía bastante tiempo, bajo el descuido de los ojos; que mirando pero sin estar atentos habían abandonado a aquellos al filoso acero de una sierra.

Tiempo después mientras hacían el aseo matinal con agua, de cara y pelo. Luego de cepillar frenética y cuidadosamente dientes y encías, fueron planificando para sí la idea de tomar por su cuenta el control del cuerpo.

Derrocar a la cabeza del sitial de privilegio no sería un gran problema. Difícil sí sería convencer a los otros de que valía la pena el intento. Aunque fuera solo por el hecho de hacer conciente de que la vida no solo tenía sentido en tanto la razón de la cabeza, sino que también era justo que los otros reclamaran para sí algo de sentido a la existencia.

Fue así que una mañana mientras aún la boca no salía de su bostezo quedó perpleja al no ver frente al espejo, el reflejo de su rostro. Pegó un grito, los ojos no salían de su estupor.
Nada había allí. Ni nariz, ni cejas, ni orejas, ni pelo, nada.

Rápidamente la mente intentó hacer un balance de la situación. Y pensó para sus adentros que quizás lo que estaba ocurriendo no era algo normal, sino que a lo mejor aún se encontraba dormido y que un sueño muy real había hecho por poco perder a la razón su sano juicio. Así que ordenó a sus manos que intentaran poner fin a aquel error con un fuerte tirón de las sábanas.

Pasaron unos segundos y nada ocurrió. Ordenó a sus pies doblarse sobre sus rodillas. Pero estos tampoco hicieron caso a sus intenciones.

Como un rayo cayó a la conciencia, la existencia de un complot.
Nunca hubiera imaginado aquella situación, así fue que no terminaba por aceptarla. Pero en un pensamiento lento intentó volver atrás y tratar de recordar que datos se le pudo pasar por alto que a lo mejor hubieran sido un llamado de atención.

Pensó, pensó y recordó muchos hechos asociados que bien podrían haber sido un alerta.
Varias veces recordó haber llegado con los pies hinchados al límite de las fuerzas sin que él tomara en serio sus pedidos. Lo mismo del ardor que le daba  a sus manos la formación de aquellas ampollas que se manifestaban luego de varias horas de trabajo. ¡Y claro! Como no se había percatado del trabajo fatigoso y repetitivo. Nunca alguna otra actividad mas placentera, como el sustento del pulso en la fina trayectoria de un pincel, o sentir la presión suave del grafo de un lápiz corriendo sobre un papel. O por lo menos sostener delante de los ojos aquellas hojas llenas de símbolos y números y que hacían de ellos la delicia de las tardes más calurosas.No! Todo aquello había ido perdiendo interés, dejándonos sumidos en tareas repetitivas y desgastadas perdiendo en ello el entusiasmo.

Claro pensó…Como no darme cuenta…pensó y de repente sintió el latigazo de una mano que le daba en pleno rostro. Casi sin dar crédito a lo que estaba sucediendo sintió la feliz caricia de aquella mano que la reconocía por su textura, su olor, su peso. Y fue así que salió como del fondo de algún manantial oscuro, interno, la dulce frescura que por alguna razón antes, no había salido.

tincho

1 comentario:

  1. muy pero muy bueno, nos recuerda esta fantasía de nuestra unidad psicosomàtica y la importancia de todas las partes que conforman dicha unidad.
    Además me parece muy bueno que sean las manos las que tomen la iniciativa, ya que las mismas son descalificadas en la categorización del trabajo cuando se habla de trabajo intelectual y trabajo manual, tomando el primero como más importante que el otro, todos los trabajos son intelecto-manuales cuya producciones son distintas
    Hugo

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